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La TV resiste la banda ancha

La TV resiste la banda ancha

El año que termina es, probablemente, el más esquizoide que nos ha tocado vivir desde el entretenimiento audiovisual. La televisión fue, como nunca, el ahora, ya mismo de la política. El cine fue el reino de las galaxias muy lejanas a las que el espectador es arrastrado mediante toda tecnología de inmersión. ¿Resultados? Récord secular en venta de entradas (más de cincuenta millones, aunque hay que esperar las cifras finales) y una competencia televisiva cuyo ganador más claro fue América, incluso si quedó tercero en el rating general anual.

El reality de la política

Como en pocas temporadas, 2015 careció de una gran ficción. Quizás la mejor -al menos la más original y jugada formalmente- fue Historia de un Clan, la producción de Underground dirigida por Luis Ortega, uno de los realizadores cinematográficos más iconoclastas y personales del cine argentino reciente. Porque apeló al onirismo, a la locura mostrada de manera original, a cierta mezcla de humor negro con alegoría que no se ha visto con frecuencia en la TV argentina (quizás Tumberos, por ejemplo) fue una rareza.

Aún cuando en números le terminó ganando la flojísima Signos, que intentó una de asesinos seriales en el costumbrista mundo Pol-ka y no cuajó, Historia… tuvo sus picos y sus planos memorables, incluso si no fue, en absoluto, una serie “documental” sino una interpretación estética de la historia de los Puccio, algo que a veces saca a la luz más verdad que la simple exposición. De todos modos, lo que mejor funcionó fue Esperanza Mía, una extraordinaria máquina de diseño infanto-juvenil alrededor de Lali Espósito de excelente resultado en la primera noche de El 13.

Pero fueron éxitos “normales”, lo mismo que el canónico ShowMatch de Marcelo Tinelli que cumplió sin sorprender. Porque la gran sorpresa del año fue la estrategia de América.

Primero, arriesgando con Gran Hermano, un formato que se creía agotado pero que le rindió para consolidarse en el tercer puesto de la audiencia. Pero, sobre todo, por otro “reality”: Intratables. El envío siguió a principios de 2015 girando alrededor de la farándula y algún escandalete. Pero la muerte de Alberto Nisman obligó a un volantazo. Todo fue actualidad y noticias en la TV argentina: de ese volantazo, Intratables fue el envío que sacó el mayor rédito. Santiago del Moro se vio obligado -y lo hizo con una soltura notable- a manejar periodistas K y periodistas no K, a invitados polémicos y temas difíciles. A pesar de sus ruidos, de cierto humor no siempre a tono (esos “efectos de sonido”), etcétera, Intratables fue realmente el programa de TV donde se habló libremente -a veces hasta el aturdimiento- de todo. No fue original, pero fue contundente; no fue perfecto, pero la TV es realidad y la realidad no lo es. Y tuvo -tal su slógan- todas las voces, todas las que pudo.

Fue un síntoma: el público quería y quiere saber, y por eso la emisión de mayor rating de un año con vendaval de elecciones fue el debate pre balotage entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. En 2015, la pantalla de la televisión se fundió con la vida cotidiana, y la vida cotidiana se fundió con algo que podemos llamar “política”, aún de modo larval, aún si solo tuvo forma de campaña.

El mundo a la carta

Pero esto que sucedió en el cine y la TV es síntoma de otra cosa. El cine es, cada vez más, el espectáculo gigante solo posible en la gran sala. La TV de éxito es, cada vez más, lo instantáneo, lo que sucede ante nuestra vista y ya no la ficción (no, ni siquiera “la de calidad”). Es decir, aquello que ni Internet ni los servicios a la carta (no solo Netflix, On Video o Qubit, sino también los crecientes On demand de las señales premium y no premium) pueden darnos. Porque el entretenimiento audiovisual, e incluso el acceso a la música -¿acaso la noticia del año no fue el reciente ingreso de los Beatles a Spotify?- pasan hoy por casa, por la computadora, por el smartphone o el smartv. Y ocupa muchas más horas que el cine o la TV “normales” (cuatro promedio Internet, dos promedio la TV), una realidad que a quienes siguen armando grillas y vendiendo publicidad en la Argentina parece escapárseles. ¿Pruebas? La fallida novela Entre caníbales, de Telefe, tuvo mucho más audiencia on demand que en vivo; Historia de un Clan y Signos, en el on demand de TNT, multiplicaron su público. El uso del tiempo ha cambiado y, por eso, ir al cine debe ser un evento (es decir, hay que ver algo gigante) y la TV de aire debe permitirnos ver lo real cuando sucede. Pero en general gran parte de la conversación pasa por esas series (Game of Tbrone o The Knick) en puro On demand. Porque para todo lo demás, hoy, existe la banda ancha.

Fuente: BAE

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Redacción
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