Tiempos de plena ejecución del plan sistemático de represión del terrorismo de Estado, de persecución, cárcel, desaparición y muerte. Tiempos de sindicatos intervenidos, y paritarias clausuradas. Tiempos de la regla estatal 21.400 que convirtió la libertad de huelga en delito. Pero el 27 de abril de 1979 se hizo el primer paro general contra la Dictadura Cívico Militar.
Y frente al pavoroso aparato represivo, entre un 70 y 80 por ciento de los asalariados de la Capital y el Gran Buenos Aires detuvieron sus tareas en repudio al industricidio y el plan de aniquillamiento.
El cinturón industrial de Buenos Aires y los principales centros del interior fueron paralizados o, por lo menos, perdieron su normalidad. Fábricas enteras que ya habían visto caer a sus comisiones internas, como Celulosa Argentina, Chrysler, Mercedes Benz, Águila Saint, Peugeot, Citroen, La Cantábrica, centenares de plantas y talleres de Avellaneda y Lanús, de La Matanza, Morón y Moreno, de Campana y Zárate, de Ensenada y Berisso, de Córdoba, Rosario y Santa Fe se paralizaron. Pararon el Roca, el Mitre y el Sarmiento. Pese al ninguneo mediático, el paro se hizo sentir estruendosamente.
La medida fue convocada por la mítica “Comisión de los 25 Gremios Peronistas” creada por Saúl Ubaldini (Cervecero), Roberto García (Taxista), Roberto Digón (Tabaco), Osvaldo Borda (Caucho), Ricardo Pérez (Camioneros) entre otros compañeros. Fueron los “25”, origen de lo que luego sería la CGT Brasil, los que salieron a romper con los sindicalistas complacientes y funcionales a la dictadura nucleados en la CNT (Central Nacional de Trabajadores) o “CGT Azopardo”, comandados por Jorge Triaca (Plásticos), Amando Cavallieri (Comercio) y Ramón Baldassini (correos). Fueron la resistencia.
Torpemente la dictadura detuvo a la mayoría de ellos en la tarde del 26 de Abril y los mando a la cárcel de Caseros, pensando tal vez que de esa forma se frustraría el paro. De todos modos la huelga general se ratificó con los que quedaron sueltos, se hizo, y sacudió a la tiranía. El germen de la resistencia ya estaba implantado.
Hasta ese momento la dictadura había sufrido casi dos centenares de medidas de fuerza de menor envergadura, pero esta la sacudió. Cada una de estas huelgas fueron, literalmente, hechos heroicos, en los que el trabajador lo arriesgaba todo: el salario, el trabajo, la familia, la libertad y la vida.
Era así. Como rescata un texto de Abos, y subraya un comunicado oficial de la época, durante el conflicto ferroviario de 1977: “El comando de zona 1 informa a la población que el 2 de noviembre, en horas de la noche, en las proximidades de la zona de Plaza Constitución, una patrulla de las fuerzas legales sorprendió a un activista que incitaba al cese de actividades y trataba de impedir la concurrencia al trabajo de algunos operarios, siendo abatido por el fuego. Se procura su identificación. Las fuerzas legales cumplieron con la misión impuesta tendiente a asegurar la libertad de trabajo.”(La Nación internacional N°894, del 7 de noviembre de 1977)).
Trabajadores y trabajadoras que se organizaban peleando contra la dictadura y por la democracia, la dignidad y el trabajo. Por una sociedad más justa, y una patria libre y soberana; pusieron un mojón en la gloriosa historia de la clase obrera argentina.
Fuente: Dr. Luis Roa, abogado laboralista, especialista en Derecho del Trabajo y la Seguridad Social.