“La antigua idea de que las palabras tienen poderes mágicos es falsa, pero esa falsedad implica la distorsión de una verdad importante. Las palabras tienen un efecto mágico… aunque no en el sentido en que suponían los magos, ni sobre los objetos que estos trataban de hechizar. Las palabras son mágicas por la forma en que influyen en la mente de quienes las usan.” Aldous Huxley
Cuando a partir del año 2008, La Casa del Encuentro decidió ponerle nombre, número y título a las noticias sobre las mujeres asesinadas descubrió que, además de ser la violencia machista el denominador causal común en estas muertes, las víctimas volvían a ser violentadas a la hora de comunicar sus decesos.
El lenguaje no es inocente y mucho menos lo es en un medio de comunicación donde, en la mayoría de los casos, lo informativo es superado por lo comercial. Y dentro de lo comercial, el llamado periodismo amarillista -ese que escarba inescrupulosamente en las miserias humanas- es el que más vende, especialmente si el hecho nos permite adentrarnos en la vida de las personas invitando a un juego perverso en el cual se pueda despuntar el vicio detectivesco. Así, mientras se investiga codo a codo disputando las primicias con la justicia, el periodismo se va transformando, con autoridad, en profesional del análisis, la psicología y el peritaje llenando cientos de renglones, horas de radio y televisión con el complemento infaltable de la imagen que impacta en la retina de las personas receptoras del mensaje comunicacional.
La imagen que presentan los medios de comunicación de la mujer es estereotipada.
Hemos sido y somos objeto de invisibilización, cosificación y discriminación, relegadas a la representación de un concepto de belleza único, también fabricado por los mismos emisores y que sólo privilegia lo que se ve. En 1995 la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing consideró a los medios de comunicación como una de las áreas de mayor interés para lograr el objetivo de una real igualdad de oportunidades; sin embargo los avances en el logro de una comunicación no sexista han sido lentos y, en muchos casos, todavía representa un espacio de lucha constante. Sin embargo, gracias a que el enfoque y la perspectiva de género se han ido haciendo un lugar en este ámbito a través de periodistas responsables, el lenguaje -que, repito, no es inocente- comenzó a llamar a las cosas por su nombre.
Esos primeros relevamientos nos mostraban que, para la prensa, el asesinato de las mujeres era uno más entre tantos homicidios de la sección Policiales, con la aseveración de que si el culpable era hombre y mediaba una relación sentimental, seguro era un CRIMEN PASIONAL. En tren de no repetir términos, los medios se esmeraron en buscar sinónimos para estos delitos y así fuimos leyendo: drama familiar, emoción violenta, crimen pasional, celos, ribetes de pasión y tantas otras frases que implícitamente justificaban el accionar del homicida poniendo en tela de juicio la conducta de la víctima que, obviamente, no se podía defender. Con ese criterio, nos encontrábamos con un apasionado antes que con un asesino y como los medios son formadores de opinión, la sociedad terminaba buscando las causas de la muerte en el accionar ‘culpable’ de la mujer.
El NO del hombre es determinante, el NO de la mujer es discutible. El hombre DECIDE, la mujer PROVOCA. El hombre PUEDE, la mujer DEBE. Aseveraciones que se decían entre líneas cuando se comunicaba el delito; estereotipos reafirmados en la constante de que los roles vienen atribuidos junto a lo congénito. Lo familiar, el amor, los celos, la infidelidad son cosas que en la constitución androcéntrica del mundo forman parte de lo privado. Las mujeres formamos parte de lo privado del hombre y es en esa privacidad que el machismo instala la idea de poder, dominio y propiedad al punto de disponer de nosotras a su antojo. Hasta de nuestra propia vida, según los medios, “en nombre del amor”.
Largo y doloroso fue el camino recorrido por el Observatorio que en tren de mostrar la problemática ha relevado a diario las publicaciones sobre los Femicidios producidos en nuestro país. Relevando, indagando e investigando tanto en los grandes medios como en aquellos locales en donde se encontraban los casos menos mediáticos. En general la prensa nacional da cuenta de Femicidios que, por sus características o sus protagonistas, despiertan mayor interés. Así queda demostrado que no todas las muertes se dan a conocer públicamente pasando a formar parte de esa lista que no se ve pero que existe.
Pero como en todos los órdenes se produjeron avances significativos en el tratamiento del concepto de “mujer” y de las identidades de género. En los medios de comunicación fue más notorio en el aspecto informativo y en algunos programas de interés general, aunque no así en los programas de entretenimiento, que suele presentar como una diversión inofensiva el estereotipo femenino construido a través de los siglos. La degradación de las mujeres que se reitera en esos programas es un arma letal para las relaciones interpersonales y para los principios básicos de igualdad y justicia de una sociedad. Lo mismo cabe decir de la publicidad, donde suelen imperar los estereotipos de mujer que oscila entre la mujer funcional en el ámbito doméstico o la que se exhibe como objeto sexual.
Históricamente la comunicación, a través de todos sus canales, no ha escapado al mandato patriarcal de la sociedad. Mujeres consumidoras y consumibles. Violentadas, violadas, explotadas y asesinadas.
La publicación de las estadísticas del Observatorio y las leyes y decretos que se fueron sancionando estos últimos años, junto con los dos documentos elaborados por la RED PAR (Periodistas en Red Para Una Comunicación No Sexista), Decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra las mujeres y Decálogo para el tratamiento periodístico de la trata y la explotación sexual, instaron al periodismo a incorporar una mirada de género ignorada en la mayoría de los medios reviendo el lugar que ocupaba la mujer en lo mediático. Se comprobó así que era necesario contextualizar como corresponde para deconstruir y desnaturalizar la violencia ya que los medios emiten uno de los tantos discursos que legitiman las desigualdades.
– Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en los que desarrollen sus relaciones interpersonales otorga elementos explícitos que ayudan a modificar el tratamiento de las mujeres en los medios.
Esta ley define tipos de violencia y modalidades. Dentro de los tipos de violencia encontramos la simbólica: “La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad.” Y dentro de las modalidades encontramos la violencia mediática que es definida como “aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipadas a través de cualquier medio masivo de comunicación que, de manera directa o indirecta, promueva la explotación de mujeres o sus imágenes; injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de las mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la igualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.
– Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual que promueve una imagen equilibrada de hombres y mujeres, tratamiento plural, igualitario y no estereotipado, evitando toda discriminación por género u orientación sexual.
– El Decreto 936/11 que prohíbe la publicación de avisos de oferta sexual, la creación de la Defensoría del Publico y, fundamentalmente, la modificación del artículo 80 del Código Penal que impone la reclusión perpetua o prisión perpetua al que mate n ..• a su ascendiente, descendiente, cónyuge, ex cónyuge, o a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relación de pareja, mediare o no convivencia” y “… por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión.”
Estas normas conformaron un marco jurídico que contribuyó a modificar el tratamiento hacia las mujeres y, específicamente en el caso de los homicidios, se logró incorporar la figura de “Femicidio” – basándose en las cifras del Observatorio-, como forma de distinguirlos de los asesinatos en los que no media el concepto de posesión. Así se fueron revirtiendo los roles protagónicos; ahora es la víctima la que ocupa el centro de la noticia y la pretensión hegemónica del hombre que se considera su dueño, la causa de la muerte.
La muerte del “porque sí”, “porque yo lo digo”, “porque sos mía y de nadie más”.
De esto se trató el trabajo incesante del equipo que conforma el Observatorio de Femicidios, de ponerle voz a quienes ya no la tienen y ayudar a liberarse a aquellas que todavía están a tiempo de salir de la violencia. De visibilizar a las víctimas colaterales de los Femicidios, menores de edad que al perder a su madre y no ser contenidos terminan naturalizando la violencia con el riesgo de reproducirla en la adultez.
Hay un dicho popular que dice: “Lo que no se nombra, no existe” y hacia ese lugar apunta este trabajo: nombrar, mostrar, contar, visibilizar, concientizar llegando a la tapa de uno de los más importantes diarios porteños.
No existe la neutralidad a la hora de comunicar. Cuando informamos, la subjetividad es lo que nos hace confiables y creíbles; nuestras convicciones definen transversal mente el análisis que hacemos de la realidad. En el caso de los femicidios, donde lo que está en juego es la muerte evitable de una mujer, es donde más importancia tiene eso que sentimos. Ahí no hay elección posible, solo se puede estar de un lado: el de la víctima. Es nuestra obligación ponerla en primer plano, proteger su identidad y la de su familia, interpelar al patriarcado y comprometer a la sociedad en su conjunto para poder recorrer el camino de la prevención. Este es el mayor de los méritos del Observatorio: hacer visible la problemática convirtiendo en estadística lo que hasta el 2008 eran números sueltos. Los diferentes organismos gubernamentales, y no gubernamentales y los medios de comunicación que no tenían donde consultar, encontraron en los trabajos de La Casa del Encuentro una herramienta en la que basar investigaciones y discursos.
Ejercer la comunicación es una responsabilidad social y ética. Resignificar el lenguaje nos aleja de los mecanismos de ocultamiento que desvirtúan la realidad de la violencia hacia las mujeres demostrando que cuando existe un compromiso desde todos los sectores -políticos, jurídicos, civiles y mediáticos- se puede salir de ese círculo vicioso que termina con la vida de cientos de mujeres cada año.
Alejandra Benaglia – Periodista
Libro “Por ellas…”
5 años de informes de femicidios
La Casa del Encuentro