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“Ni una menos” en el trabajo también

“Ni una menos” en el trabajo también

NiUnaMenos es un fenómeno mediático y social. La convocatoria iniciada por un grupo de periodistas indignadas por las sucesivas muertes que tenían que informar conmovió todos los estamentos de la sociedad y logró zanjar la lógica binaria de K-AntiK que impera hoy en otros órdenes. Pero más allá de la innegable desesperación de que cada 30 hora haya un femicidio en Argentina, el #NiUnaMenos es una consigna que debe obligar a pensar a toda la sociedad en cómo se llega a esa escalofriante estadística.

Muchas cosas se sugirieron por estos días para generar cambios profundos en la sociedad.

En principio, dejar de pensar que el problema atraviesa a los otros y no tiene que ver con lo que hace cada ciudadano a diario. Hay que criar hijas seguras y fuertes e hijos cariñosos y respetuosos. Hay que educar en favor de la no violencia y de la equidad desde la escuela. Hay peligrosas naturalizaciones machistas que deben desterrarse definitivamente del inconsciente colectivo. Hay que obligar a los tres poderes del Estado a crear, a implementar y a hacer cumplir políticas públicas que defiendan y protejan a las mujeres ante la violencia.

Pero también hay muchos ámbitos en los que hay cosas por hacer. El ámbito laboral es uno de ellos. El mundo del trabajo no es ajeno a la violencia contra las mujeres. La brecha salarial, la discriminación y el acoso son moneda corriente en cualquier gremio que se analice.

La periodista especializada en temas de género, Luciana Peker, difundió una encuesta según la cual siete de cada diez mujeres consideran que se les exige tener mejor apariencia física que a los varones en el ámbito laboral. Es una realidad innegable. Y cuando de trabajar con la imagen se trata, las exigencias son todavía mayores. Basta escuchar a los gerentes de los canales pidiendo a sus trabajadoras que bajen de peso porque “la televisión es imagen” y no quieren tener chicas “rellenitas” en cámara. Y también ocurre que a las mujeres se les pide usar determinada ropa -generalmente sugerente- para realizar su trabajo.

La encuesta del Programa de Estudios de Opinión Pública de la Universidad Abierta Interamericana, realizada en marzo de 2015, sobre 600 casos, analizados por la Dirección de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires arrojó que el 76% de las porteñas piensa que los hombres tienen más posibilidades que las mujeres para ascender a cargos de mayor jerarquía.

Según ese mismo sondeo, el 44,6% de las trabajadoras sufrió, en algún momento, acoso sexual (comentarios inapropiados, toqueteos, insinuaciones) y un 34,8% fue humillado o despreciado en el trabajo ante colegas u otras personas.

El 68,2% de las mujeres encuestadas considera que tener hijos/as resulta un impedimento a la hora de conseguir empleo. Las diferencias de clase pesan y lo sufren las más pobres, en tanto para el 71,5% de las mujeres de sectores bajos la maternidad es una barrera a su autonomía laboral. La discriminación la vivieron dos de cada diez mujeres a quienes le reprocharon, en la cara y con panza, un embarazo. Mientras que a un 16,2% no le mantuvieron su puesto después de volver de una licencia por maternidad.

Y, si bien no está incluido en la encuesta, también está la sorda pelea de las mujeres que intentaron retomar sus tareas después de una licencia por maternidad y exigir que se les aplicara la hora de lactancia para poder amamantar a sus bebés y pasar más tiempo con ellos durante su primer año de vida.

El Estado sigue dejando sola a la mujer en la crianza de los hijos después del parto. No hay explicación lógica para que hoy siga habiendo solamente dos días de licencia por paternidad para que los padres puedan formar parte de ese proceso que es recibir a un hijo (sea biológico o adoptivo) y acomodar el hogar para su llegada. Hubo muchos proyectos de ley en el Congreso para modificar esta situación pero ninguno prosperó.

Y en el mundo laboral también rige lo que se conoce como “el techo de cristal”, esa limitación que sufren ciertas mujeres que no pueden prosperar profesionalmente. Porque les dijeron que no podían y lo creyeron. Porque les pusieron la pata en la cabeza y ellas no pudieron crecer. Porque no se animan, porque no las dejan.

La periodista deportiva Ángela Lerena escribió en su cuenta de Twitter al respecto: “Pienso en las mil veces que me dijeron ‘no podés hacer esto porque sos mujer’.

#NiUnaMenos no es solo femicidios. Hay otra clase de piñas”. Pero ella rompió el techo de cristal y todos los fines de semana se saca leche para dejarle a su bebé Manuel y sale a la cancha. Es una de las pocas mujeres del equipo de Fútbol Para Todos.

Un estudio difundido el año pasado llamado “Género en el trabajo. Brechas en el acceso a puestos de decisión”, elaborado por Gabriela Cattenberg y su equipo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), demuestra que sólo tres de cada diez cargos directivos son ocupados por mujeres. El informe comparó la situación de 1996 con las de 2012 y en aquella primera medición, un 22,9% de los puestos ejecutivos eran ejercidos por mujeres, mientras que en 2012, esa cifra creció sólo al 31,6 por ciento. El ámbito estatal es más equitativo que el privado. Y dentro de las empresas privadas, las pequeñas son más equitativas que las grandes.

Según el mismo estudio, la brecha salarial entre hombres y mujeres es otro de los puntos que demuestra que aún se está lejos de la equidad, aunque las mejoras son significativas y aumentan a medida que se incrementa el nivel educativo. En las mujeres con estudios universitarios la diferencia de ingresos respecto de los hombres pasó del 33,9% en 1996 al 10,4% a 2012. Pero si se comparan hombres y mujeres con primaria completa, la reducción de la brecha fue menor: del 33,8% en 1996 al 26,2% en 2012.

Para las mujeres también es todo un desafío llegar a representar a sus compañeros en sus lugares de trabajo y mucho más todavía en cargos directivos de sindicatos o centrales obreras. Con algunas excepciones, el mundo sindical -si bien adhirió sin distinción de banderías políticas a la marcha #NiUnaMenos- es un terreno árido para que las mujeres puedan ocupar cargos con poder de decisión.

Pero hay algunas experiencias interesantes dentro del mundo sindical que promueven la prevención de la violencia y la ayuda a mujeres que la padecen.

La CTERA, el gremio docente mayoritario, elaboró un material para trabajar en las escuelas y de esa manera aportar para sensibilizar y visibilizar la violencia hacia las mujeres.

Según indicaron desde la central docente, “las niñas, adolescentes, mujeres jóvenes y adultas, son violentadas cotidianamente tanto psicológica, simbólica, como físicamente, llegando –en muchos casos- al femicidio como máxima expresión de la violencia”.

Asimismo, los delegados gremiales del Banco Provincia de Buenos Aires acordaron con las autoridades, encabezadas por Gustavo Marangoni, implementar una serie de acciones que contengan y orienten a trabajadores víctimas de violencia de género.

Los empleados remarcaron que “la lucha por la erradicación de la violencia de género también debe tener su espacio de actuación en los lugares de trabajo, en el marco de las relaciones laborales y la negociación colectiva”.

Las acciones que se detallan en el acuerdo prevén para quienes padecen esta problemática: asistencia psicológica; orientación integral y legal; reubicación en el lugar del trabajo en caso de ser necesario; una licencia especial de, máximo, diez días con goce de haberes; asistencia económica; y garantías para aquellos que necesiten nuevas residencias.

Que una mujer no pueda ganar lo mismo que sus compañeros varones también es violencia. Sufrir acoso de un jefe y escuchar guarangadas de compañeros también es violencia. Que a una mujer le pidan que se ponga escotes o que haga dieta para verse mejor también es violencia. No poder hacer uso de las licencias, de la hora de lactancia y tener que arrancar de cero al volver a trabajar también es violencia. Que existan solo dos días de licencia por paternidad también es violencia. Que haya pocas mujeres en cargos gerenciales también es violencia. En el mundo laboral hay mucho por hacer. También hay que decir #NiUnaMenos.

Fuente: Tiempo Argentino (Nota de Ana Vainman).

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