En 1999, la aparición de Big Brother (Gran Hermano) amplió los límites de la televisión e inauguró una era interminable de realismo extremo. Nada era ajeno al ojo escrutador e indiscreto de las cámaras, que dejaban al desnudo la intimidad de un grupo de personas anónimas que elegía someterse voluntariamente al encierro frente a los ojos de millones de personas. Un año después, la idea se perfeccionó con Survivor. Una isla desierta, un paraje aislado, el lugar más lejano posible. Y otra clase de convivencia forzada. Hombres y mujeres instalados allí con el propósito de sobrevivir casi en estado de naturaleza.
Allí nació el primer gran desprendimiento del modelo globalizado de los reality shows: los desafíos extremos de supervivencia y de aventura. Todos recordamos el paso por la TV argentina deExpedición Robinson, por ejemplo. Pero es mucho lo que el televidente argentino desconoce de este tema, porque desde hace varios años poderosas productoras internacionales exploran nuestro territorio y encuentran aquí escenarios naturales óptimos para propuestas que se graban aquí y llegan directamente a sus países de origen.
Viene ocurriendo desde hace años con El conquistador del fin del mundo y pasó también con Dropped, un éxito de la TV francesa que los argentinos descubren por la tragedia de La Rioja.
Detrás de esta desgracia, asoman muchísimos interrogantes y cuestionamientos. Algunos dicen que el género en la búsqueda de impacto llegó más lejos de lo que cualquier producción está en condiciones de soportar. Formatos como el programa israelí The Village alienta a familias habituadas al confort a construir una comunidad sustentable en un lugar deshabitado, con desafíos que ponen a prueba el equilibrio mental de sus participantes.
Otros objetan, sobre todo en Francia, el escaso rigor de productoras empeñadas en llegar al éxito con el mínimo costo. Y recuerdan lo ocurrido hace poco en Camboya con el reality Koh-Lanta (el Survivor francés). Allí murió de un paro cardíaco un participante de 25 años y poco después se suicidó el médico del programa, que no pudo soportar presiones y reproches contra su persona por lo ocurrido. Todo puede discutirse y volver atrás, pero lo que no tiene retorno son las vidas malogradas. Razón de sobra para volver a cero y pensar de nuevo hasta dónde se está dispuesto a llegar en nombre del impacto televisivo.
Fuente: La Nación