Referente ineludible para el pensamiento nacional, Aldo Ferrer escribió libros célebres de la economía argentina, contribuyó a crear la escuela latinoamericana del estructuralismo. Reunió pasión y compromiso de lucha por una Argentina soberana.
Ayer falleció el economista Aldo Ferrer. Vivió 88 años durante los cuales ocupó diversos cargos en la función pública, escribió libros célebres de la economía argentina, contribuyó a crear la escuela de pensamiento económico latinoamericana del estructuralismo, formó discípulos y se brindó a compañeros y amigos a quienes transmitió hasta sus últimos días su pasión y compromiso de lucha por una Argentina soberana. La comunidad política y académica manifestó su pesar por la enorme pérdida para el pensamiento nacional. Ha transitado un sendero extraordinario que resulta necesario conocer por su historia y su trayectoria profesional, algunas de sus ideas y anécdotas.
La economía argentina en el siglo XXI, llamó Ferrer a su último libro, editado el año pasado. No es un dato anecdótico sino una postura de vida. Consagrado, con 60 años encima de análisis de la economía nacional, Ferrer se dedicó sobre el final de sus días a investigar los posibles recorridos de un país que nunca iba a poder ver. “Argentina vuelve a confrontar problemas fundamentales de su desarrollo nacional, en el contexto del nuevo orden global que se está desplegando en este siglo XXI. ¿Cuáles son las tendencias, en alguna medida previsibles, de la economía mundial, que constituyen y serán el contexto externo de nuestro desarrollo? ¿Cuáles son las nuevas oportunidades y amenazas que cabe esperar en las próximas décadas? ¿Cuál es la estructura productiva del país y su inserción internacional consistente con el despliegue del potencial disponible, la inclusión social y el ejercicio del derecho a elegir nuestro propio camino en el orden global?”, son las preguntas guías del último trabajo de Aldo.
Estaba internado en el Sanatorio Otamendi desde el jueves 25 de febrero, cuando debió cancelar una actividad por una dolencia cardíaca. Camino al hospital sufrió un infarto del cual no logró recuperarse a lo largo de estos días. Ayer por la madrugada se descompensó y falleció. Tenía tres hijas y siete nietos que decidieron hacer una ceremonia íntima.
Un cuadro de algún célebre equipo de Boca de la década del 50 era la bienvenida a la casa de Aldo Ferrer, un departamento de estilo, silencioso y tranquilizador. Aldo continuaba los encuentros en un pequeño cuarto-biblioteca, siempre algo urgido por los tiempos, porque mantenía una agenda muy apretada: desde la invitación de dar una charla sobre economía en algún centro cultural rodeado de jóvenes militantes, presentar libros de colegas, ex alumnos o amigos, participar de eventos sindicales, empresariales y académicos o asistir a encuentros en Casa de Gobierno o el Ministerio de Economía. Su voz algo quebrada y sus manos arrugadas eran parte de una vitalidad, entrega y lucidez sorprendente y de una historia de vida que Marcelo Rougier detalla en su libro Aldo Ferrer y sus días: Ideas, trayectoria y recuerdos de un economista. Esta nota recoge, en una síntesis muy apretada, algunos fragmentos de ese trabajo.
SUS PRIMEROS PASOS
Ferrer nació el 15 de abril de 1927 en Buenos Aires. Vivió sus primeros años en Córdoba y Rodríguez Peña y solía recordar que iba a la cancha con su padre. Heredó de él el amor por el tango, conoció a muchos maestros tangueros e incluso entabló una amistad con el gran Horacio Salgán. Egresó de la escuela secundaria como perito mercantil en 1944 e inició sus estudios de contador en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA en simultáneo con las materias del doctorado en Economía. El joven Ferrer militaba en el socialismo y miraba con mucho recelo la transformación que ante sus ojos hacía el gobierno de Juan Domingo Perón.
En 1948 conoció a su gran maestro, el economista Raúl Prebisch, profesor de la materia Dinámica Económica. Fue su primer contacto con la teoría del deterioro de los términos del intercambio. Prebisch estudió la evolución de los precios de los alimentos y de los bienes industriales, que exportaba e importaba, respectivamente, la Argentina. Concluyó que el país sufría un deterioro de los términos del intercambio que suponía una sangría de recursos hacia los países centrales que sólo podría suplir con un programa de industrialización. Prebisch lo inició en el pensamiento keynesiano enfocado sobre los caminos para acceder al pleno empleo.
CENTRO Y PERIFERIA
Se recibió de contador en 1949 con un trabajo sobre los problemas económicos del primer peronismo. Ese mismo año daría un paso importante en su vida al ganar un concurso organizado por Naciones Unidas que le permitió incorporarse a la Secretaría General en Nueva York y conocer a las figuras más importantes del pensamiento económico heterodoxo, como Michael Kalecki, Víctor Urquidi, Celso Furtado, Horacio Flores de la Peña y Hans Singer. También allí retomó contacto con Prebisch, quien era secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) durante una etapa trascendente del organismo como promotor de las ideas económicas propias de la periferia. “Fueron años fundamentales, establecí contacto con varios de los mayores economistas de América latina y otras latitudes, como Celso Furtado –genial economista brasileño–. Allí escribí mi primer artículo en 1950 sobre la relación centro-periferia”, recordaba Ferrer en un diálogo con Rougier publicado en este diario el 1º de diciembre de 2014.
“El pensamiento estructuralista rechazaba la hegemonía del pensamiento céntrico y reclamaba una visión crítica desde los intereses de América latina. El centro es el conjunto de países capaces de gestionar el conocimiento, transformarlo en tecnología y aplicarlo a la producción de bienes y servicios”, explicaba Ferrer hace unos años. El estructuralismo es un aporte fundamental de América latina al pensamiento económico porque contradice la visión universalista de la ortodoxia, según el cual el análisis de los fenómenos económicos en los países desarrollados tendría total validez, en todo tiempo y lugar, en la periferia. El estructuralismo, en cambio, reclamó un pensamiento crítico y propio.
En 1953, Ferrer, antiperonista, volvió a la Argentina de Perón, se afilió a la Unión Cívica Radical, empezó a asesorar a Arturo Frondizi y en paralelo terminó su tesis doctoral: El Estado y el desarrollo económico. Luego de trabajar un tiempo en la embajada argentina en Londres, volvió al país y en 1958 fue designado por Frondizi ministro de Economía y Hacienda de la provincia de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta 1960. En 1958 se casó con su compañera de vida, Susana Lustig, quien falleció en 2004.
En 1963 publicó La economía argentina, un libro esencial del pensamiento económico nacional. En ese trabajo describe las relaciones económicas en el Río de la Plata desde la conquista hasta los dilemas del desarrollo de la etapa de industrialización por sustitución de importaciones. “Los grupos dominantes insisten en las dificultades económicas del país, exageran la escasez de recursos, desprecian la capacidad interna de cambio tecnológico y afirman la necesidad inevitable del capital extranjero, de las empresas y de la tecnología del exterior como factores determinantes y decisivos del desarrollo.
Consecuencia natural de este enfoque es la proposición y ejecución de políticas para un país chico y dependiente”, dice la novena edición de ese libro, de 1974.
Ferrer trabajó de 1963 a 1966 como profesor titular regular de Política Económica en la FCE-UBA y se dedicó la segunda mitad de los 60 a la vida académica en clave institucional: coordinó la Comisión Organizadora del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) entre 1965 y 1967 y fue el primer Secretario Ejecutivo de ese organismo entre 1967 y 1970.
MINISTRO Y DESPUÉS
En 1970 fue designado ministro de Economía, cargo que ocupó hasta 1971, bajo las presidencias de facto de Roberto Levingston y Alejandro Lanusse. A pesar de que se trataba de una continuidad en el proceso de gobiernos militares, Ferrer fue una de las caras del cambio de rumbo de la política económica luego de los estallidos populares, en particular del Cordobazo. Desde la apertura comercial y financiera y la centralidad de las empresas extranjeras de Adalbert Krieger Vasena al “giro nacionalista” con un programa que apuntaba al capital nacional y el mercado interno.
Ferrer solía recordar de su experiencia como ministro el desarrollo del puente Zárate-Brazo Largo. “En ese financiamiento se rechazó el crédito de proveedores –préstamos que involucran la venta del paquete tecnológico– y en cambio se utilizaron recursos de libre disponibilidad –emisión de bonos– que permitieron aumentar radicalmente el componente local de la obra”, explica en El empresario argentino, publicado por Capital Intelectual en 2014. Ferrer escribió en 2012 junto Rougier La historia de Zárate-Brazo Largo, del Fondo de Cultura Económica. Durante la gestión de Ferrer también se promovió la construcción de las represas de Salto Grande, Yacyretá, El Chocón-Cerros Colorados, el gasoducto del sur y la autopista Buenos Aires-La Plata.
Luego de esa experiencia, Ferrer abrió un estudio de consultoría, viajó varias veces a Caracas, volvió a participar de la vida académica y publicó en 1974 Tecnología y política económica en América latina, de Paidós. También comenzó a hacer deporte con frecuencia, corría diez kilómetros en Palermo junto a Julio Aray, un amigo venezolano.
Tuvo un cargo en la gestión de Salto Grande durante la breve presidencia de Héctor Cámpora. Durante la última dictadura Ferrer permaneció en el país, se dedicó a la actividad privada y publicó algunos trabajos críticos de la política económica de José Alfredo Martínez de Hoz.
Con el retorno de la democracia, ocupó de 1983 a 1987 la presidencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires bajo la gestión de Raúl Alfonsín y publicó “¿Puede Argentina pagar su deuda externa?”, “El país nuestro de cada día” y “El devenir de una ilusión: la industria argentina hasta nuestros días”. El auge del neoliberalismo en los 90 lo marginó de la vida pública. Logró cierto refugió en la academia y escribió Historia de la Globalización: orígenes del orden económico mundial.
EL PLAN FÉNIX
El estallido de la Argentina neoliberal lo encontró abocado a la elaboración de un programa económico alternativo en el Plan Fénix junto a economistas como Enrique Arceo, Ricardo Aronskind, Daniel Azpiazu, Eduardo Basualdo, Jorge Gaggero, Abraham Gak, Julio César Neffa, Mario Rapoport, José Sbatella, Jorge Schvarzer, Héctor Valle y Alejandro Vanoli. El Plan Fénix formuló en aquellos años de la salida de la convertibilidad muchas propuestas que luego los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner llevarían a la práctica. En particular, la política de desendeudamiento, de desprenderse de la relación de sometimiento al FMI e impulso al mercado interno a través de la redistribución progresiva del ingreso hizo que Ferrer se sintiera identificado con esos gobiernos y fuera muy revalorizado en estos últimos años. Hizo varias reediciones de libros y escribió Vivir con lo nuestro y la Densidad Nacional. Apoyó muchas de las medidas económicas del kirchnerismo y realizó advertencias, particularmente en relación a la deuda externa. El final de sus días lo encontró con un nuevo gobierno liberal. Una voz crítica fundamental deja de estar pero sus ideas seguirán estando presente en esa disputa.
Nota de Javier Lewkowicz (9/03/2016)
Fuente: Página 12